Título: Ladrona de libros
Autor: Markus Zusak
Páginas: 542
Editorial: Penguin Random House (Lumen)
Sinopsis: Liesel es una niña alemana que vive en un pequeño pueblo cerca de Münich con sus padres adoptivos. Durante los peores años del nazismo, su pasión por la lectura la ayuda a refugiarse en las historias de los libros que roba de donde puede. Esa vehemencia por leer termina salvándole la vida.
Ladrona de libros es una novela entrañable, una historia hermosa e inolvidable para todas las edades.
Ya perdí la cuenta de cuánto tiempo llevaba este libro en mi estantería juntando polvo. La verdad siempre posponía su lectura por una cosa u otra, pero por suerte, me animé a darle su gran y merecida oportunidad. Y superó mis expectativas de una manera increíble.

Sobre esta escabrosa base se desarrolla la trama: un ambiente bélico, la época del Führer, la incontable cantidad de judíos muertos, una niña entre tantas, con un toque de lo que parece ser suerte al caer junto a unos padres asombrosos...pero que no deja de ser trágico por la época en que vive, y particular, por cómo lo atraviesa: robando libros cada vez que ve una oportunidad. Aunque ello le cueste la comida del día.
Sabrán algunos -y sino, les cuento ahora- que el tema de la Alemania Nazi es de los que más curiosidad e inquietud me generan. He visto cientos de películas, libros y sus respectivas adaptaciones, ensayos, relatos...y no ha habido ni una vez en la que no me haya invadido la sensación de desasosiego, de desesperación. Y este caso no fue la excepción.

El hecho de que la narradora sea la Muerte me ha encantado. Pensaba que por ello, aunque rebosara de originalidad, iba a resultarme insuficiente. Porque este tipo de historias, creo yo, se transmiten mejor si se cuentan en primera persona. Pero el autor logra, a través de esta intermediaria, que conozcamos al pie de la letra cada sentimiento de la protagonista. Incluso hasta se atreve a contarnos sobre la Muerte misma, cómo es y qué es lo que piensa sobre cada ser humano que viene a buscar para cruzar al otro lado.


“Por encima de todo, la ladrona de libros ansiaba volver al sótano a escribir o a leer su historia una vez más. Ahora que lo pienso, sin duda se le veía en la cara. Se moría de ganas de reencontrar esa seguridad, ese hogar, pero era incapaz de moverse. Además, el sótano ya no existía. Era parte del paisaje devastado”.
Rosa Hubermann es más bien todo lo contrario que su esposo. Aunque ama a Liesel, tiene un modo distinto de demostrarlo. La trataba de manera distante y siempre le daba órdenes (incluso a veces le atestaba algún que otro correctivo). Pero a pesar de su carácter, la adoraba. Es la clara evidencia de esa clase de personas que tienen una forma de ser muy dura, que se ha forjado a lo largo de los años, y que por alguna razón necesita seguir allí: inamovible, incorruptible, arrolladora. Para sobrevivir de alguna manera a los obstáculos que la vida les va metiendo en el camino.
Hay tantos otros personajes que podría destacar: Rudy Steiner, Ilsa Hermann, Max Vandenburg. Max. Tanto o más importante que la protagonista misma de esta obra. De su mano vamos a conocer historias paralelas, que nos dejarán pensando y nos regalarán una que otra enseñanza. Creo que es un pilar fundamental para que el desarrollo del libro se diera de tal forma. Y también sufrí mucho por él. Creo que fue el más desdichado de todos (literalmente, de todos), y su historia me tocó el corazón.
Por momentos la narración se me hizo tediosa, y es por eso que le bajé un punto a pesar de que me encantó el libro. Creo que se debió a ese ritmo constante en que el autor narraba. Un ritmo que si bien no decae, tampoco sube en ningún momento. Y no es que sea malo, pero es justamente lo que hizo que tardara mucho más de lo normal en concluir la lectura. Por momentos me molestaba porque los acontecimientos seguían una línea predecible, y de esto quiero hablar un poco. Al comienzo del libro ya sabemos lo que pasará al final (obviamente no lo diré) y eso condiciona de alguna manera al lector, desde mi punto de vista. Aunque los hechos puedan resultar obvios, creo que hubiese sido mejor irlos descubriendo a medida que avanzaban los capítulos, en lugar de toparme de lleno con una revelación semejante apenas iniciar.
El final se puede decir que tiene varias partes. No sé si pueda explicarlo de manera comprensible pero lo intentaré: sólo una de esas partes fue la que me descolocó. Es decir, me parecieron todas tristes, pero sólo una me dejó como: “¿qué?”. Y es que me pareció poco creíble. No voy a decir más que eso. El resto creo que si bien fue devastador, tuvo su merecido lugar. Era algo esperado y percibí cierto tacto en la narración, una especie de cordialidad para no despedazar nuestras almas de manera tan cruda. Aún así me quedo con la esencia del libro, que está clarísima desde la primera página. Y con los personajes increíbles que Zusak creó, para hacernos erizar la piel en cada diálogo.
La parte bélica en sí la sentí muy marcada en cada página. No tanto en territorio de combate, sino más en las vivencias de los alemanes: fueren del Partido Nazi o Judíos. Es algo descomunal cómo había tantas ideas arraigadas en la sociedad, cómo una voz podía imponerse por sobre tantas y cómo las palabras tenían una fuerza avasallante.
La parte bélica en sí la sentí muy marcada en cada página. No tanto en territorio de combate, sino más en las vivencias de los alemanes: fueren del Partido Nazi o Judíos. Es algo descomunal cómo había tantas ideas arraigadas en la sociedad, cómo una voz podía imponerse por sobre tantas y cómo las palabras tenían una fuerza avasallante.
“Papá tiene las mejillas surcadas de arrugas que parecen dibujos y no sé por qué, pero cuando las veo siento ganas de llorar, aunque no por tristeza o porque me sienta orgullosa, sino porque me gusta cómo se mueven y cambian. A veces pienso que mi padre es un acordeón porque oigo sus notas cuando me mira y sonríe y respira”.
Esta última cita que les dejo, rompió mi corazón. Tanto que me hizo llorar, cosa que no hice ni en las partes más desgarradoras del libro, ni tampoco en el final. Creo que debe ser porque empatizo mucho con los vínculos paternales que se desarrollan en los libros y películas. Es una especie de sentimiento que escapa de mi voluntad: simplemente amo ver un padre con su dignidad en su esplendor, desviviéndose por un hijo, que es lo más preciado que puede existir. Dicen que con una madre se crea el lazo más fuerte de la vida. Yo digo que con ambos padres se puede crear un lazo de igual fortaleza. Un lazo indestructible, que sobrepasa todo tiempo y distancia, y que no tiene absolutamente nada que ver con la consanguineidad.
Ladrona de libros es una historia que deja muchísimos mensajes. Está en cada uno ver hacia donde direcciona el aprendizaje. Sin dudas una gran recomendación para conocer una historia entre muchas, desde otra mirada.
4/5